Unión por tornillos en los automóviles
Este tipo de unión suele estar formado por el tornillo, que en la mayorÃa de los casos es de cabeza hexagonal cuando se trata de planchas de cierto peso, los cuales se mantienen en posición por medio de una jaula de chapa soldada en la otra plancha sobre la que han de ajustarse, y provistos de tuerca muchas veces de forma cuadrada, que se halla alojada en el mismo cuerpo de la jaula. Generalmente, y para evitar el aflojamiento del tornillo en su tuerca, se suele disponer de una arandela de seguridad entre la cabeza del tornillo y la chapa, muchas veces de tipo estriado y también de tipo grower (Fig. 1).
El desmontaje de las planchas que se hallan ensambladas por este procedimiento no parece que debiera presentar ningún problema pues se trata sencillamente de aflojar y retirar los tornillos por medio de llaves fijas de estrella o de tubo, según los casos, hasta el total desmontaje de la pieza. Asà es, en efecto, la teorÃa, pero en la práctica suele ser muy frecuente que, transcurrido el tiempo, la herrumbre se haya apoderado de los hilos de rosca, tanto de tuerca como de tornillo, y éste permanezca como clavado en su lugar resultando muy difÃcil por los procedimientos habituales poder retirarlo de su alojamiento.
Como quiera que la tuerca es fija y su jaula está soldada a la otra plancha, no resulta nada conveniente proceder a forzar la cabeza del tornillo en cuestión, pues si la herrumbre lo ha dejado como soldado a la tuerca, un exceso de fuerza o la aplicación de las herramientas aumentando su brazo de palanca solamente lograrÃa, en la gran mayorÃa de los casos, la rotura de la cabeza hexagonal. Esto podrÃa ya liberar a la plancha atornillada pero nuestro problema serÃa después más grave para sacar el trozo de tornillo de su alojamiento en la tuerca. De modo que conviene no romper cabezas por exceso de fuerza y tratar estos frecuentes casos por otros procedimientos.
Normalmente hay dos sistemas muy utilizados por el planchista que suelen dar buenos resultados. El primero consiste en limpiar escrupulosamente de barro seco tanto la parte de la cabeza del tornillo como la parte de la jaula y su correspondiente tuerca prisionera; y luego aplicar cualquiera de los muchos aceites especiales, muy fluidos, para aflojar tuercas que existen en el mercado (Fig. 2). Normalmente hay que esperar algunos minutos para que el aceite llegue a penetrar bien a través de los hilos de rosca, después de lo cual ya puede intentarse la retirada del tornillo.
Aunque este procedimiento suele dar buenos resultados cuando el grado de oxidación de los hilos de rosca no es muy acusado, puede ocurrir muy bien que a veces no sea suficiente. Cuando se vea que la fuerza que se está aplicando resulta excesiva y se corre de nuevo el riesgo de la rotura de la cabeza, es mejor no continuar insistiendo en el esfuerzo y pasar a aplicar otro procedimiento que encarna cierto peligro pero es mucho más efectivo. Nos referimos a la utilización del calor como elemento capaz de despegar la herrumbre.
Para llevar a cabo este nuevo procedimiento se utiliza el soplete de soldadura oxiacetilénica. En primer lugar hay que tener en cuenta que en esta operación hay que actuar siempre a través de la tuerca y nunca a través del tornillo, pues con éste se corre el riesgo de romperlo y dejar su cuerpo en el interior, lo que dificultarÃa todavÃa más la extracción. Asà pues, hay que actuar siempre a través de la tuerca. Por otra parte, se ha de tener muy en cuenta que esta operación de utilizar el soplete no debe ser realizada nunca acto seguido de haber intentado retirar la tuerca por el procedimiento del «aflójalotodo», es decir, el afloja tuercas. Estos productos suelen ser muy inflamables y la presencia del soplete sin haberlos dejado evaporar completamente e incluso secado escrupulosamente, puede dar origen a algún accidente, siempre de imprevisibles consecuencias.
Teniendo en cuenta estas dos advertencias se pasa a encender el soplete y se aplica sobre la tuerca con un dardo relativamente largo para no desarrollar un calor excesivo, como puede apreciarse en la figura 3. Cuando la tuerca se pone al rojo se retira inmediatamente el soplete y se pasa a refrigerarla con agua frÃa para evitar sobre todo que el cuerpo del tornillo se ponga al rojo, lo que podrÃa ocasionar la fusión de ambos cuerpos. Una vez realizada esta operación la tuerca se habrá movido y será posible su retirada. Si todavÃa ofrece resistencia, es posible volver a realizar la operación de nuevo y rara será la tuerca que no ceda a la segunda intentona.
Otros operarios pueden preferir el sistema de aflojado que nos muestra la figura 4, realizada por el intermedio de una plancha para calibrar mejor la cantidad de calor que está recibiendo la tuerca. Este sistema es también bueno pero no da los resultados tan efectivos que pueden esperarse del primero que hemos descrito. De cualquier forma y en ambos casos, es necesario cuidar de que las planchas que están sujetadas por el tornillo no se pongan al rojo pues podrÃan deformarse y ocasionar después más trabajo para su ajuste.
La utilización del soplete debe hallarse dosificada con cuidado por otros conceptos. En primer lugar, hay que vigilar mucho no perjudicar a un posible mazo de cables o un aparato eléctrico que en según qué circunstancias puede hallarse próximo. También hay que tener en cuenta la posible proximidad de depósitos de plástico, como puede ser el depósito de expansión del circuito de refrigeración y, en otros casos, el depósito del lÃquido de frenos, etc. Todos estos elementos pueden deformarse o quemarse si reciben una cantidad de calor excesiva con los consiguientes problemas que ello podrÃa derivar. Por esta razón conviene siempre proceder de modo que el tornillo se pueda retirar por el sistema de la aplicación de aceites para el afloje de tuercas, y solamente acudir al sistema de la aplicación de calor con el soplete en el caso de tornillos que resulten altamente rebeldes a dejarse retirar.
Hablábamos antes de la necesidad de no romper las cabezas de los tornillos ya que ello nos iba a ocasionar mucho más trabajo que el hecho de tratar de desatornillarlos de los modos descritos. En efecto, la rotura de una cabeza comporta después la necesidad de sacar el trozo de parte roscada que haya quedado en el interior de la tuerca prisionera de su jaula, de modo que se deberá utilizar una taladradora y con una tuerca muy fina efectuar un taladro de centrado para pasar luego, con una broca mayor, al taladrado definitivo del trozo roto del tornillo que se aloja en la tuerca. Las cosas no acaban aquÃ, por supuesto, ya que será necesario, en la gran mayorÃa de los casos, pasar a restablecer el roscado de la tuerca con la ayuda de unos machos de roscar, todo ello operaciones hasta cierto punto entretenidas que van aumentando tontamente el precio de la reparación.
Ésta es la separación de planchas atornilladas que no siempre, por supuesto, dan tanto trabajo como el que algún lector pueda sacar como conclusión de lo que se acaba de explicar. Digamos, en honor a la verdad, que, sobre todo en coches que no son antiguos y nunca se les extrajo la determinada pieza que ahora estamos desmontando, muchos de los tornillos de sujeción salen sin problemas especiales y solamente los que están expuestos a una mayor humedad adquieren caracteres de rebeldÃa a la hora de ser aflojados.
La solución del afloja tuercas puede ser necesario utilizarla con algunos pocos de estos tornillos, y la del soplete en casos verdaderamente extremos.
Una vez retirada la pieza accidentada y sacados todos los tornillos que la sujetan resulta muy buena norma acostumbrarse a limpiar bien la superficie de contacto sobre la que después se tendrá que ajustar la nueva plancha que se ponga en sustitución de la retirada, o bien esta misma si es susceptible de reparación.
Una vez bien limpias estas superficies se procede a darles una capa de pintura antioxidante o utilizar pintura de cinc, pues es muy importante evitar que se inicie la formación de óxido en estas zonas de contacto. Por supuesto, cuando se efectúe el nuevo montaje se procederá al cambio de toda la tornillerÃa, la cual es conveniente untar con aceite para facilitar el montaje y retardar al mismo tiempo la posibilidad de formación de herrumbre. El apretado debe ser enérgico pero no excesivo.
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