Las averías del automóvil por sus síntomas

Las causas más frecuentes por las que se producen las averías pueden encuadrarse dentro de las seis siguientes:

  1. Por calidad defectuosa de los materiales o defectos de fabricación en las piezas afectadas.
  2. Por diseño defectuoso por parte del fabricante: formas mal resueltas, dimensiones insuficientes, uniones débiles, etc.
  3. Por mala utilización del vehículo relativa a una conducción inadecuada a las características de robustez del mismo, con sobrecargas excesivas, de modo que el órgano más débil es el primero que se rompe.
  4. Por fatiga o vejez de las piezas después de un uso continuado y de un número muy elevado de horas de servicio.
  5. Por poco o ningún cuidado por parte del usuario en los trabajos de entretenimiento indicados por el constructor. Tal es el caso de no realizar los cambios de piezas a los kilómetros indicados, no acudir a realizar las revisiones de puesta a punto, etcétera. Y no digamos si se trata de no hacer los cambios de aceite en su momento, etcétera.
  6. Choques o accidentes que afectan a determinadas piezas que se deterioran por completo. Entre estas causas vamos a encontrar siempre el origen de las averías que se pueden producir en un automóvil moderno, pese a lo cuidado de su diseño e incluso de sus controles de calidad que de una forma periódica se establecen durante su fabricación.

Los síntomas de las averías

Resulta poco corriente que las averías se produzcan de pronto, de golpe, si ello no es debido, por supuesto, a un accidente y la consiguiente rotura inmediata. Por el contrario, lo más frecuente es que el motor o el órgano afectado dé primero unos síntomas. Generalmente, y durante un período de tiempo más o menos largo, el elemento débil comienza a producir o bien un sonido intermitente que cada vez se hace más persistente y notable, o bien alguna alteración en algún órgano más o menos relacionado con él (pérdidas de agua de refrigeración o de otros circuitos; falta de potencia, aumento del consumo, irregularidades de conducción, etcétera, etcétera, según de donde provenga la avería que se está preparando).

Todas las averías importantes, pues, suelen dar avisos previos antes de que se produzcan de una manera irremediable. Las averías que se producen de pronto, sin previo aviso, suelen ser roturas de soportes, de correas, manguitos, etcétera, cosas que son generalmente de fácil solución para un taller pero que pueden dejarnos en carretera si no hemos advertido antes los inicios de estas roturas.

Teniendo en cuenta esta característica muy común de las averías, no cabe duda que un conductor responsable del trabajo que voluntariamente asume al ponerse al volante de su automóvil, debe estar siempre atento a detectar posibles síntomas, para lo que ha de conocer bien su vehículo, saber sus reacciones y respuestas cuando se le pide un margen elevado en sus prestaciones y estar acostumbrado a la rumorosidad general producida por el conjunto mecánico. Si se dan estas circunstancias no cabe duda que cualquier anormalidad que se presente será singularizada por el conductor y este será el momento en que, ante sus sospechas, estará actuando de una manera efectiva para evitar una avería en ruta; siempre y cuando, claro está, esté pendiente de controlar el síntoma viendo si aumenta o disminuye, y pase enseguida a consultarlo con su mecánico para aquilatar, entre los dos y con conocimiento de causa, la importancia del síntoma observado. Vistas ya estas consideraciones previas pasemos a estudiar casos concretos y empezaremos con uno de los síntomas que un conductor más fácilmente aprecia, la falta de potencia de su motor.




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