Eje de transmisión

Eje de transmisión

En la estructura clásica del automóvil (la más habitual hasta los años 70), con motor delantero y tracción trasera, el movimiento ha de transmitirse desde la salida del cambio de velocidades (eje secundario) al eje trasero, misión que es encomendada al eje de transmisión.

Ahora bien, la unión entre la salida del cambio (eje secundario) y el eje trasero no puede ser rígida, si no que debe permitir, por un lado, los movimientos de la suspensión trasera y, por otro las variaciones de longitud que de estos movimientos se deriven.

El movimiento del eje trasero hace que el eje de transmisión forme un ángulo variable con el secundario, a la misma vez que varía la distancia entre eje secundario y eje trasero, lo que supone una longitud variable del eje de transmisión (ver figura 5.2).

Para lograr una longitud variable del eje de transmisión, éste está dotado de una parte deslizable, consistente en un cubo y un manguito desplazable, ambos protegidos de la suciedad mediante otro manguito de cobertura.

El eje de transmisión suele construirse de tubo de acero estriado sin costuras. Su longitud depende del número de revoluciones, no debiendo sobrepasar un máximo de 1,5 m. La construcción en tubo permite, para una misma rigidez, un peso considerablemente inferior frente al que tendría un eje macizo.

En el caso de que la distancia entre el cambio y el diferencial trasero resulte excesivamente grande (caso habitual en los vehículos industriales), el eje de transmisión suele ir partido en dos o incluso en tres tramos, siendo uno de estos tramos el encargado de absorber los movimientos de la suspensión.




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